Plan para cazar el espiritu que habita en internet
Queremos iniciar una serie de artículos intentando abordar un tema sobre el que hay varios terabytes escritos: las relaciones entre “nuevas tecnologías” (internet), su impacto cultural, y la lucha de clases o “los movimientos sociales” en el siglo XXI. Desde hace tiempo venimos tomando el tema, también buscando entender la movilidad del lenguaje de las imágenes en el siglo XXI y los cambios en la realización. El debate no es menor por varias razones, buenas y malas.
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En primer lugar, si tomamos en serio los lugares comunes que cruzan muchas de las teorías de moda que se difunden en libros, revistas y suplementos, las nuevas tecnologías de la información y comunicación tendrían un impacto tal que deberían llevar a repensar los esquemas de organización y lucha social del siglo XXI. Si esto es verdad, es del mayor interés para los movimientos revolucionarios que quieren terminar con el capitalismo, o sea: es de interés para el trotskismo; y si no es verdad, habría que prefigurar en que escalón de la ideología se encuentra esta idea que impregna el momento. Por otra parte, tratándose en gran medida de un «sentido común» que está asociado a procesos de movilización popular y no solo a teorías académicas, no es correcto obviar su recurrencia o influencia, con más razón si se considera que de conjunto constituyen concepciones erradas (lo que tiene que ser demostrado).
Tras décadas de retroceso de la izquierda y el movimiento obrero, con la crisis del capitalismo, lo que está planteado es la posibilidad de la recomposición de la subjetividad revolucionaria y potencialmente del marxismo como teoría y guía de acción practica para cambiar el mundo. Pero aunque las ideologías no son posesiones fijas sino procesos sociales, no será la posible irrupción de la clase obrera con sus métodos la que limpie la escena intelectual, sobre todo la escena intelectual de la propia clase obrera. En un proceso continuo las ideologías se superponen, compiten, chocan, se hunden o se refuerzan unas a otras, y en la actual situación «la mezcla» y «la hibridez» parece que será el tono dominante aún si se avanzara a procesos de revolución abierta y «clásica». En uno de los planteos sobre las ideologías que hace Marx, las señala como las «formas en que los hombres se hacen conscientes del conflicto que los rodea [entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción] y luchan por resolverlo«. No importa en este sentido si esta «forma consciente» que se adquiere en la lucha es «científica» o «falsa», será una guía para la acción practica de los movilizados. Es así que seguramente mutaciones de estas ideologías actuales, que aunque parten de internet y la comunicación no hablan solo de internet y la comunicación, tendrán su lugar e influencia en los procesos sociales futuros, y por lo tanto hay que debatirlas.
Por otra parte existe una «base material» evidente para la recurrencia de las ideas que dan preponderancia a las nuevas tecnologías en la lucha de clases: es que justamente surgió una nueva tecnología de comunicación de masas particular, que como fenómeno social origina cambios en la percepción y en las relaciones humanas en el sentido más amplio y capitalista del término (abarcando desde las relaciones personales, al comercio, la guerra y potencialmente al arte, lo que no es poco…). Para ilustrar la idea sirve recordar por ejemplo cómo Umberto Eco trataba los debates ante el surgimiento y extensión de la TV en su libro «Apocalípticos e integrados». Discutiendo contra aquellos que le negaban implicancias profundas en la percepción, y que subiendo varios escalones le negaban incluso relevancia en el plano estético por ser «solo un medio de comunicación», responde que «es grave, en efecto, no darse cuenta de que, si bien la TV constituye un puro fenómeno sociológico, hasta el presente incapaz de dar vida a creaciones artísticas verdaderas y propias, aparece sin embargo, como fenómeno sociológico precisamente, capaz de instituir gustos y tendencias, de crear necesidades, esquemas de reacción y modalidades de apreciación, aptos para resultar, a breve plazo, determinantes para los fines de la evolución cultural, incluso en el campo estético.» Si acá estamos hablando de la percepción en un sentido tan elevado que podría cambiar la idea de lo que es bello, imaginemos las implicancias «de ahí para abajo». La profundidad de esto por el surgimiento de internet es parte del debate, pero trazar este paralelo sirve para demostrar lo difícil que es percibir el cambio en medio del cambio, y encontrar qué puede haber de bueno o malo en todo esto sin aferrarse a lo viejo conocido y tradicional. El aspecto del cambio cultural más general, que puede implicar transformaciones del lenguaje, en especial del lenguaje audiovisual, es otro de los aspectos que nos interesan, por necesidad y por practica militante.
Una razón más para encarar esta serie de notas es que ya hace rato pasa que hablando del tema con nuestros propios compañeros de militancia, nadie tiene acuerdo con nadie, y a veces se termina oscilando demasiado entre los prejuicios o el desdén esquemático, a la aceptación parcial de teorías celebratorias superficiales en cuanto a «las nuevas tecnologías».
Si el debate ya es complejo, hay que señalar dos problemas adicionales para encarar un plan de operaciones que permita cazar el espíritu que habita en los cables. El primero es que no existe una teoría hegemónica en este área, sino un conjunto de planteos diversos que igualmente parecen tener puntos comunes. Incluso más allá de este debate particular, en la ideología de «los movimientos sociales» actuales no hay un intelectual como Tony Negri que sea referente obligado, como fue a principios de siglo. Todo lo cual provee al fantasma de innumerables sitios para ocultarse. En segundo lugar, desde el punto de vista geográfico el hábitat ideológico es diferente. Al parecer en Europa y EEUU, donde la «lucha de clases» es de más baja intensidad, las ilusiones sobre revoluciones virtuales y la fascinación por las redes y su influencia es superior; mientras que en el norte de África y Oriente, en especial en Egipto, el fantasma huye bajo las balas del régimen militar, porque los miles de muertos en las calles, la represión, la acción directa, no dan lugar al crecimiento de ilusiones virtuales. Y en América Latina por ahora el debate de las comunicaciones es otro, regido por las iniciativas de los Estados y gobiernos post-neoliberales, donde el paradigma por izquierda es «Telesur» y la pelea es a partir de «leyes de medios democráticas», detrás de las cuales se ocultan otras ilusiones que no son parte de esta discusión de manera directa; aunque ahí donde surgen procesos de lucha, como en Chile, Brasil o México, el fantasma del «poder de las redes» se corporiza.
Plan de trabajo:
Como es de esperarse, las intensiones de quienes pretenden investigar delimitan el esquema de trabajo y los interrogantes. Se pueden distinguir cuatro ejes de debate fundamentales, los cuales no coinciden en su totalidad con las preguntas habituales sobre el tema:
Tecnología y cultura ¿Cuál es el método?
Para poder responder a la pregunta ¿Cuál es el alcance del cambio cultural provocado por la aparición de una nueva tecnología como internet? hace falta intentar responder al mismo tiempo una pregunta más importante y difícil: ¿Cual es el método correcto para entender las relaciones entre cambios tecnológicos y cambios culturales? En última instancia es una reactualización de los debates sobre la cultura de masas, iniciados por la Escuela de Frankfurt, enfrentando lo que deben considerarse versiones del determinismo tecnológico[1], y tomando como base la dialéctica implacable que planteó Marx como método para comprender la dualidad de los fenómenos culturales bajo el capitalismo[2].
En un aspecto más puntual nosotros planteamos que Internet ocupa un lugar particular en la actualidad porque sus instituciones están aun en formación, lo que lleva a pujas entre grandes empresas y estados para su control y regimentación. Mientras reconocemos que la interactividad es un salto cualitativo respecto de los medios tradicionales, nos separamos de las ideologías celebratorias que plantean que es un medio democrático, horizontal y plural, puesto que es un medio en manos de nuevos gigantes de la comunicación y “la cultura” de la propiedad privada; pero sostenemos que dos «imprevistos» son fundamentales en este momento de institucionalización: el surgimiento de un sentido común de masas que ataca la idea de propiedad intelectual y defiende la libertad de expresión; y la crisis capitalista que hace surgir nuevas intensiones de uso de esta tecnología en quienes salen a la lucha[3].
Un debate sobre el poder
Uno de los debates más importante que trae el estudio de las relaciones entre nuevas tecnologías y lucha de clases es sobre «el poder». Todos los que escriben sobre esto de manera no superficial, se ven obligados a abordarlo de alguna manera. Ya sea formulando hasta donde la utilización de «nuevas tecnologías» podría crear «contrapoder», pasando por planteos sobre «el poder ciudadano», «redes de poder y contrapoder», «poder estatal», etc. llegando tangencialmente a debates sobre por qué no hay que luchar ya por «tomar el poder», el balance de la catástrofe estalinista y el «socialismo realmente existente». Formular que una tecnología tiene papel preponderante en los procesos sociales que logran tirar abajo regímenes políticos es parte de lo mismo.
Para una estrategia revolucionaria trotskista, esto lleva a introducir un debate sobre la constitución de organismos de «doble poder», la centralidad obrera, la hegemonía, la autoactividad de las masas, y el rol del partido. A su vez las posibilidades nuevas de comunicación e interconexión pueden ser instrumento que facilite la difusión de tácticas políticas audaces, para la construcción de una organización por la toma del poder[4].
Problemas de programa y táctica militar
Derivado directo del debate sobre «el problema del poder», se desenvuelve un desafío programático respecto de los nuevos medios de comunicación para la izquierda, que en mi opinión es mas abarcativo a los medios de comunicación de masas «tradicionales», y para la industria cultural de conjunto. ¿Qué política levantar frente a las regulaciones, nuevas legislaciones, intensiones de uso de una tecnología cuyas instituciones están en proceso de formación? y más importante aún ¿Qué estrategia y tácticas concretas implementar en un proceso de revolución abierta?. La búsqueda de una respuesta a esta segunda pregunta evidencia un problema táctico militar no desechable por nadie que considere seriamente terminar con el capitalismo y enfrentarse a todo lo que esto implica. Por un lado el esquema de militancia actual está demasiado imbricado con las redes de telefonía móvil e internet. Lo que lo hace de fácil seguimiento desde un punto de vista represivo y de espionaje, y demasiado dependiente a la hora de las comunicaciones.
Hay que tomar en cuenta que además de las leyes de regulación y control que se están implementando a nivel internacional, en aquellos lugares donde se desataron procesos revolucionarios como en Egipto entraron directamente en juego «tácticas político militares», sobre las comunicaciones, desde ambos bandos. El gobierno egipcio desató un apagón de cinco días sobre internet y la telefonía móvil en plena revolución que no pudo desarticular el proceso, entre otras cosas porque los sectores movilizados debieron echar mano sabiamente de una «vieja tecnología» para la necesaria coordinación: los radioaficionados. También sectores de la burguesía de EEUU se preguntan si no es necesario prepara un «botón rojo» para apagar la red en caso de crisis[5].
¿Un cambio en el lenguaje y en la percepción?
Nuevamente ¿Cuál es el alcance del cambio cultural provocado por la aparición de una nueva tecnología como internet? Existe un problema del lenguaje y la percepción que vuelve a aparecer con el auge de internet y el crecimiento exponencial de los flujos de información ¿Qué cambios implica? ¿Porqué es negativa la relación actual entre lenguaje de imágenes y la letra escrita? esta pregunta lleva a plantearse el problema de la progresiva caída del texto bajo la hegemonía de la imagen y el texto corto. ¿Qué implicancias tiene esto a nivel cultural? ¿Qué implicancias tiene para los que hablamos el lenguaje de las imágenes?[6]¿Y para la recomposición de la subjetividad revolucionaria de la clase obrera?
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Está claro que este plan delimita un espacio de trabajo demasiado abarcativo, y a su vez cada punto solo vale como un «título» incompleto. También hay temas en los cuales no vamos a meternos, pero el propio «plan» actúa ya como artículo de opinión en muchos aspectos. Además el planteo no es tratar estos interrogantes de manera abstracta y cronológica, sino como aspectos que se van cruzando frente a análisis concretos de situaciones o debates concretos, para lo cual un método será el comentario de libros y artículos. En breve esperamos subir un comentario al libro «Redes de comunicación y esperanza» de Manuel Castells, quien es un referente obligado respecto de este área. Por otra parte la idea es que ante la evidencia de que tal plan general es excesivo, quizás pueda sumar más gente a la caza del espíritu que parece habitar en las redes.
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CITAS:
(1) Claudio Katz establece un muy buen debate sobre el determinismo tecnológico con Manuel Castells a propósito de su trilogía «La era de la información». Vale una cita: «Esta adopción de un instrumento técnico como referencia de la interpretación social es el principal rasgo y defecto del determinismo tecnológico. Tradicionalmente el tecnologismo partía de algún artefacto específico (máquinas, ferrocariles, radios, automóviles, televisores, etc) y le atribuía un papel definitorio de la cultura, los comportamientos o la evolución de cada sociedad. La red es elemento actualizado de esta misma visión. En la trasposición simplemente se olvida que las redes conectan a operadores financieros o comunican a las empresas con sus proveedores, pero no definen nunca el tipo de relación que establecen los distintos grupos humanos. Los aparatos, instrumentos y mecanismos técnicos dependen de procesos sociales y no a la inversa, como creen los tecnologistas.» (C. Katz / El Enredo de las Redes. Un Análisis Crítico de M. Castells). // En el «Taller sobre medios audiovisuales» que hicimos en 2012 nosotros tomamos críticamente las tesis de Raymond Williams para abordar el tema, quien en su libro «Televisión, tecnología y forma cultural» se aleja del “determinismo tecnológico”, pero también se aleja de la idea de una tecnología completamente determinada, donde todo está controlado, por ejemplo por “sus dueños” o sus inventores que «la ponen a disposición de la sociedad» para determinado uso.
(2) En este sentido se puede señalar un punto de vista general que debe atravesar la mirada de la cultura bajo el capitalismo hasta nuestros días, la de la dialéctica implacable que Karl Marx sintetizó en 1856: «Por una parte, han surgido fuerzas industriales y científicas jamás sospechadas por época alguna de la historia humana anterior. Por la otra, hay algunos síntomas de declinación que superan ampliamente los horrores del Imperio Romano. En nuestra época, todo parece preñado con su contrario. La maquinaria, dotada del poder ,maravilloso de acortar y fructificar el trabajo humano, mantiene en la inanición y el agotamiento al trabajador. Las fuentes nuevas de riqueza se convierten en fuentes de escasez, como si operara un encantamiento extraño. Las victorias del arte parecen comprarse con la pérdida del carácter… Este antagonismo entre la industria y la ciencia modernas por una parte, la miseria y la disolución modernas por la otra; este antagonismo entre las potencias productivas y las relaciones sociales de nuestra época, es un hecho palpable, abrumador e incontrovertible.» Esta sádica dualidad creo que sigue siendo el único punto de vista valido para analizar nuestra cultura. Y aún así estoy muy lejos de una visión escéptica, aunque entiendo que parezca una utopía pensar hoy un desarrollo positivo para el bien de la humanidad de la mano de los avances tecnológicos y científicos, en vistas del desarrollo aberrante que adquieren bajo dominio de la burguesía y el imperialismo. En este sentido otra vez Marx señala una perspectiva que comparto, él continúa su discurso diciendo: «Unos partidos pueden lamentar este hecho; otros pueden querer deshacerse de los progresos modernos de la técnica con tal de verse libres de los conflictos actuales; otros más pueden imaginar que este notable progreso industrial debe complementarse con una regresión política igualmente notable. Por lo que a nosotros se refiere, no nos engañamos respecto a la naturaleza de ese espíritu maligno que se manifiesta constantemente en todas las contradicciones que acabamos de señalar. Sabemos que para hacer trabajar bien a las nuevas fuerzas de la sociedad se necesita únicamente que éstas pasen a manos de hombres nuevos, y que tales hombres nuevos son los obreros.»
(3) En cuanto a la relación entre tecnología y cultura, fue Raymond Williams, desde una perspectiva inicial de base “marxista académica”, quien hizo un estudio sobre la televisión en 1973 que se convirtió en un punto de referencia hasta nuestros días y sirve mucho para pensar internet. En el libro “Televisión, tecnología y forma cultural”, estudia la TV como una unidad de esos dos factores, como “tecnología” y como “forma cultural”. Ambos factores se condicionan mutuamente, pero donde el primero (la tecnología) mantiene un potencial intrínseco dado por todas sus posibilidades latentes en tanto descubrimiento científico puesto al servicio de la sociedad, y donde el segundo (la forma cultural) es la cristalización de las instituciones creadas para su uso, socialmente determinadas, y que por lo tanto restringen el abanico de opciones históricas latentes, encauzando su desarrollo en un sentido que es, inevitablemente, el resultado de fuerzas sociales en conflicto. La “forma cultural” entonces sería el resultado de un choque de distintas “intensiones” de uso, sociales, políticas y económicas, en gran medida impredecibles, puesto que es parte de un proceso social muchas veces convulsivo. Llegando al punto de que ciertas intensiones al chocar con otras pueden provocar hasta cierto punto efectos incontrolados, no buscados por los actores en pugna. Todo lo cual no puede pasar por alto que son las leyes del capitalismo las que operan como la principal determinación social de una nueva innovación.
(4) Es interesante pensar en algunos planteos «novísimos» sobre las «redes de contrapoder» desde un punto de vista leninista. Usando términos del SXXI podríamos reconocer la idea 2.0 que implicaba ISKRA a partir de una unidad y propositos políticos determinados. En el «Plan de un periódico político central para toda Rusia» del «Que Hacer» podríamos decir que Lenin plantea una «metáfora 2.0» para insistir en la necesidad de poner en pie una «red» que le permita construir un partido revolucionario, a partir de un periódico que no sea «sólo un propagandista colectivo y un agitador colectivo, sino también un organizador colectivo. » Entonces plantea que a esta herramienta «se le puede comparar con los andamios que se levantan alrededor de un edificio en construcción, que señalan sus contornos, facilitan las relaciones entre los distintos albañiles, les ayudan a distribuirse la tarea y a observar los resultados generales alcanzados por el trabajo organizado». Más de 100 años después es posible fantasear con lo que Lenin hubiera amado internet.
(5) Al respecto vale una cita ilustrativa del problema extraída del libro «Redes de indignación y esperanza» de Manuel Castells «La gran desconexión de Egipto fue una situación completamente distinta de la manipulación limitada de Internet que tuvo lugar en Túnez, donde sólo se bloquearon algunas rutas específicas, o en Irán, donde Internet se mantuvo de forma limitada para que la conectividad fuera extremadamente lenta. La desconexión de Internet en Egipto fue relativamente fácil en comparación con lo que habría sido necesario hacer en países democráticos. En Egipto sólo había cuatro grandes PSI, cada uno de ellos con relativamente pocos routers que los conectaban al mundo exterior. Un apagón similar de Internet en Estados Unidos habría supuesto tratar con muchas compañías diferentes. Si bien en Egipto se puede desactivar legalmente a las compañías de telecomunicaciones por decreto, la legislación estadounidense limita el poder del gobierno federal para intervenir los canales de comunicación. No obstante, conviene recordar que algunos miembros del Congreso estadounidense han propuesto preparar planes para un «conmutador de desconexión total» que apagaría Internet con sólo pulsar un botón en caso de una «emergencia de ciberseguridad».»
(6) ¿Es la saturación de información, desinformación completa? es uno de los problemas que Ignacio Ramonet aborda desde el ángulo del «periodismo ciudadano» en su libro «La explosión del periodismo. Internet pone en jaque a los medios tradicionales». En este viene a la mente citar nuevamente a Umberto Eco cuando abordaba el tema en 1963. «el hombre de la era «visual» recibe una mole vertiginosa de informaciones sobre todo cuanto está ocurriendo en el espacio, en detrimento de las informaciones sobre los acontecimientos temporales (y dado que la noticia visual envejece, la comunicación periodística está fundada en la novedad, el hecho de ayer no es ya noticia, y se da el caso de que el ciudadano de la ciudad actual sabe todo cuanto acontece hoy en Nueva York, pero no recuerda nada, ni siquiera las fechas, del conflicto coreano). Esta pérdida del sentido histórico es sin duda grave, pero lo que Cohen-Séat deja quizás en la sombra es que la información sobre todo cuando «está ocurriendo» es siempre una garantía de libertad. Saber, como el esclavo egipcio acababa finalmente por saber, aunque quizá diez años más tarde, que algo ha ocurrido, no me ayuda a modificarlo; en cambio saber que algo esfá ocurriendo me hace sentirme corresponsable del acontecimiento. Un siervo de la gleba medieval nada podía hacer para aprobar o desaprobar la primera cruzada, de la cual tenía conocimiento años después; el ciudadano de la metrópoli contemporánea, el día mismo de la crisis cubana, pudo tomar partido por uno u otro de los contendientes y contribuir a determinar el curso de los acontecimientos…» // Mientras sobre la hegemonía de la imagen planteaba «el lenguaje de la imagen ha sido siempre el instrumento de sociedades paternalistas que negaban a sus dirigidos el privilegio de un cuerpo a cuerpo lúcido con el significado comunicado, libre de la presencia de un «icono» concreto, cómodo y persuasivo. Y tras toda dirección del lenguaje por imágenes, ha existido siempre una élite de estrategas de la cultura educados en el símbolo escrito y la noción abstracta. La civilización democrática se salvará únicamente si hace del lenguaje de la imagen una provocación a la reflexión crítica, no una invitación a la hipnosis.»