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Cuba: cine y revolución

El 1º de enero se cumple un nuevo aniversario de la revolución cubana. En el campo del cine, la revolución significó la expulsión de las productoras y distribuidoras imperialistas, y la posterior nacionalización de la industria, medidas que dieron a la producción audiovisual un impulso inusitado.

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La revolución cubana avanzó contra los intereses imperialistas expropiando tierras y empresas, atacando la dominación capitalista, lo que significó la obtención de enormes conquistas para el pueblo en distintas áreas. En el campo del cine también se vivió una revolución, tras la expulsión de las productoras y distribuidoras imperialistas, y la posterior nacionalización de la industria, la producción audiovisual tuvo un impulso inusitado. Realizadores y trabajadores del cine pudieron trabajar en una industria que ya no estaba regida por intereses comerciales.

La nacionalización de la industria cinematográfica cubana es lo que permitió el importante desarrollo del campo audiovisual de la isla que hoy tiene reconocimiento latinoamericano y mundial. Cuando en 1959 se funda el ICAIC, en la Ley que promueve su creación se plantea una definición importante “El cine es un arte” y seguidamente que “el cine constituye por virtud de sus características un instrumento de opinión y formación de la conciencia individual y colectiva y puede contribuir a hacer más profundo y diáfano el espíritu revolucionario y a sostener su aliento creador […] La estructura de la obra cinematográfica exige la formación de un complejo industrial altamente tecnificado y moderno y un aparato de distribución de iguales características”.

Desde este punto de vista, para que esta ley funcionara cabalmente, había que rescatar toda la cadena que va desde la producción a la distribución general, incluyendo las salas de cine de todo el país. Mientras varias compañías norteamericanas como Republic Picture, Paramount y RKO Radio, cerraban sus sucursales en Cuba.

El primer cine intervenido fue el de Arte y Ensayo La Rampa por resolución 1104, del Ministerio de Bienes Malversados. Más tarde pasan al control del ICAIC los circuitos más importantes del país según Ley 890 del 13 de octubre de 1960. Ya se habían nacionalizado algunos cines como Riviera, Acapulco y Lido, y estas nacionalizaciones continuaron hasta abarcar toda la exhibición comercial del cine en el territorio nacional.

En cuanto a las distribuidoras de películas, en 1961 se procede a la intervención y nacionalización de todas ellas. En esta primera etapa se nacionalizaron seis empresas norteamericanas: Películas Fox de Cuba, Artistas Unidos, Metro Goldwyn Mayer, Columbia Pictures, Warner y Universal. Todas estas empresas fueron asumidas por el ICAIC en una nueva llamada Distribuidora Nacional de Películas. El 5 de enero de 1965 con la nacionalización de otras empresas distribuidoras culmina este proceso. Pero no sólo se ocupa la vieja infraestructura, sino que se crea nueva, el mismo año de 1965 se inauguran en toda la isla 35 modernos cines de nueva construcción en pequeños pueblos del interior del país.

Estas medidas de expropiación y nacionalización de industria del cine dieron impulso a una producción audiovisual nueva y original, una renovación temática e incluso del lenguaje audiovisual, que aportó muchas de las bases del movimiento del «Nuevo Cine Latinoamericano» surgido a fines de los años `70.

Los primeros años tuvieron el impulso del ICAC bajo la dirección de Alfredo Guevara. Santiago Alvarez comienza con la realización del Noticiero ICAIC Latinoamericano. Numerosas personalidades del cine mundial como Roman Karmen, Chris Marker, Joris Ivens, Agnes Varda, Cesare Zavattini y muchos otros, viajan a Cuba para aportar en este proceso. Tomás Gutiérrez Alea dirige el primer largometraje de ficción, «Historias de la Revolución», y continúa con «Las doce sillas», «La muerte de un burócrata» y «Memorias del subdesarrollo». Julio García Espinosa, Humberto Solás y Manuel Octavio Gómez son otros de los importantes nombres de estos tiempos. El cine cubano se destaca por la utilización de múltiples recursos y géneros, y tuvo a su vez distintos momentos en donde pudo expresar no sólo la crítica al capitalismo y al imperialismo, sino también en los primeros años del impulso revolucionario, una crítica a los elementos de burocratización del régimen.

La vitalidad y creatividad de este movimiento se encuentra en las bases de un proceso revolucionario que avanzó con medidas anticapitalistas, con la expropiación y nacionalización del conjunto de la economía. El resultado también implicó una revolución en el público, en el gusto y el acceso a las salas. Hasta hoy el pueblo cubano es entusiasta del cine e inunda las salas, además porque el costo es muy bajo y permite un acceso popular. Un proceso inverso se vivió en el resto de Latinoamérica y Argentina, en las últimas décadas, donde la entrada al cine es muy cara y las pantallas se concentraron en las grandes ciudades donde acceden sectores de mayores recursos.

Las medidas económicas que viene impulsando el PC cubano desde hace años, los acuerdos con Estados Unidos, y la apertura al capitalismo, apuntan en un sentido contrario. En este momento, rescatar esta experiencia del Cine cubano es una fuente inspiradora para seguir pensando el cine en clave de revolución.

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Cine zombi: Juan de los muertos, mata a tus seres queridos

El estreno de «Juan de los muertos» en Argentina, la película de zombis cubanos, es de esas gratas sorpresas que dan aire fresco entre tanto cine hiperindustrial que abarrota las pantallas nacionales. Con un guión bien planteado, humor ácido, crítica social y política.

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De golpe La Habana se llenará de zombis cumpliendo el ciclo del género, de manera viral el contagio de uno se multiplicará en decenas, centenas y luego miles de infectados por mordidas y ataques hasta cubrir la ciudad. Pero a diferencia de la mayoría del cine zombi, nuestros antihéroes Juan y Lazaro no verán en ello nada más raro que mucho de lo que han vivido. «Sobreviví al Mariel, sobreviví a Angola, sobreviví al período especial y a eso otro que vino después… ¿no voy a sobrevivir a esto?» dirá Juan con absoluta idiosincrasia cubana.

Como es debido, el gobierno controlando los medios de comunicación ocultará el hecho, señalando que el caos es generado por «disidentes» apoyados por Estados Unidos. Mientras la cosa se va de madres, ellos se tendrán solo a sí mismos para enfrentar la situación, y montarán un negocio para sobrevivir bajo el slogan: «matamos a sus seres queridos». Juan junto a su hija Camila, con quien lleva una dura relación sentimental; Lazaro junto a su hijo «California»; y la tropa se completará con «la china» y su novio, un negro gigante que es claramente «chocolate pa’ to’ el invierno».

Juan de los muertos tiene todos los tópicos del género, pero a la manera del buen cine cubano: con un guión bien planteado, humor ácido, crítica social y política. Aunque la historia se desarrolla en la superficie de este tipo de films, siguiendo un esquema predecible, se vuelve profunda al arraigarse en Cuba, en sus problemas internos, el desarraigo familiar, la lucha por la supervivencia, las fantasías del escape a Miami, el bloqueo económico, el antiimperialismo. Con los zombis en La Habana se construye una sátira como solo los cubanos pueden hacer, explotando su espíritu auto paródico y riéndose de sus propios problemas de manera descarnada.

Es de destacar que todo esto se logra tomando un género nunca explotado antes en isla, lo cual no es nuevo, puesto que desde los comienzos de ICAIC en pleno proceso revolucionario, los cubanos se apropiaron de los estilos hollywoodenses para darles una impronta propia, nacional. Juan de los muertos se puede disfrutar en cualquier parte del mundo, pero será más sensible al pueblo de Cuba. Hasta el contexto secundario del film, por ejemplo los derrumbes de edificios que son «parte del paisaje» de la invasión zombi, son algo lamentablemente real en la vida de La Habana, será por eso que ni Juan, ni Lazaro reparan en ello como algo terrible. La película está repleta de estos guiños. «¿Ves algo distinto?» se preguntan ante una calle llena de zombis, «nada» responde otro.

Una de las líneas de interpretación sobre el «cine zombi», alude a la crítica de la sociedad de consumo, en este análisis: los zombis somos nosotros, entre otras cosas, llevados al paroxismo y comiéndonos unos a otros en el mercado. El nacimiento de este subgénero de terror estuvo ligado a la crítica social y política, en especial por quien es considerado su «padre», el director George A. Romero. Sus films de muertos vivientes se abren con lo que es considerado un cuestionamiento a la guerra de Vietnam (La noche de los muertos vivientes -Night of the living dead- de 1968), pasando por el ataque al militarismo de la era Reagan (El día de los muertos -Day of the dead- 1985), y llegando hasta nuestros días. «Juan de los muertos» se inscribe a su manera bizarra en esa línea, la mejor de un genero imposible de medir en todas sus variables mundiales.

Otra línea de interpretación propia ante el cine zombi, es que el atractivo de «el caos» generado por una invasión que destruye el mundo cotidiano, reside en que obliga a resetear todos los valores podridos de este sistema, y a su puesta en marcha nuevamente, con posibilidades de hacerlo de manera genuina. En esta línea de análisis, el grupo que se forma para enfrentar la invasión (por lo general entre gente que no se conocía previamente) es el eje del deseo y la atracción. Bajo la imposibilidad de cambiar el mundo de conjunto, al menos un grupo reducido puede reencontrar los valores de amistad, amor, solidaridad, y vivir aventuras, aunque sea en un mundo distopico. Si bien «Juan de los muertos» cumple al pie de la letra la formación del grupo resistente, aquí la distopía parece no existir, la invasión es solo una variante de la vida cotidiana.

El estreno de «Juan de los muertos» en Argentina, la película de zombis cubanos, dirigida por el argentino Alejandro Brugués, es de esas gratas sorpresas que dan aire fresco entre tanto cine hiperindustrial que abarrota las pantallas nacionales. Incluido obviamente el cine zombi en esta apreciación, como la fascistoide «Guerra mundial Z» («War World Z», 2013) dirigida por Marc Forster y protagonizada por Brad Pitt.

Como es normal en una película cubana (aunque cuenta también con financiamiento español), llega a nuestro país casi cuatro años después de su realización en la isla (2010), ya que no cuenta con el inflador de una distribuidora multinacional. Recibió varios premios en festivales, personalmente había podido ver una copia pirata hace dos años. Al igual que «7 cajas», el thriller paraguayo del mercado cuatro, quizás demuestra que el film de género, nacido en Estados Unidos, en la decadencia del imperio encuentra vitalidad allende las fronteras, en las «exóticas» tierras donde el polvo de oro no tapa los ojos de los realizadores, que lo que quieren es solo hacer cine, y si es posible divertirse. Que el cine es eso: un divertimento de feria.

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